La influencia del sueño en nuestras emociones

Seguro que muchos habréis notado cómo nos puede cambiar el humor comparando un día en el que hemos dormido bien con un día en que hemos pasado una mala noche. Si nos fijamos, nuestra manera de pensar y razonar puede ser algo distinta, y esto puede influir en nuestras emociones.

Algunos autores indican que la falta de sueño hace que experimentemos más emociones negativas y menos positivas, y además modifica la forma en que entendemos y expresamos las emociones. También puede hacer que percibamos algo que en principio debería ser neutro como si tuviera una importante connotación emocional. Es decir, la falta de sueño cambia totalmente nuestra experiencia emocional, pero no precisamente a mejor. De hecho, estos cambios también se han podido observar en algunas estructuras cerebrales. Concretamente tras falta de sueño se han observado alteraciones en la activación de la amígdala y el córtex cingulado anterior, estructuras asociadas al procesamiento emocional.

Aunque hay que tener en cuenta que, por supuesto, la relación entre el sueño y las emociones puede ser bidireccional. Es decir, dormir mal afectará negativamente nuestras emociones, pero nuestro estado emocional también puede influir en nuestro sueño. Por ejemplo, es habitual que si estamos en una época de duelo o si estamos muy preocupados tengamos dificultades para dormir.

La fase REM del sueño (fase en la que soñamos) se ha asociado con la consolidación de las memorias emocionales. Además, algunos experimentos sugieren que dormir también ayuda a suavizar la intensidad emocional de las experiencias desagradables. Por ello, el sueño podría tener un importante papel para digerir mejor las experiencias difíciles, o incluso traumáticas.

Todos hemos escuchado una y otra vez la importancia de los hábitos de vida saludables, y por supuesto el sueño es uno de ellos. De hecho, cuando tenemos un sueño inadecuado a largo plazo esto puede llegar a generar importantes problemas de estado de ánimo, como ansiedad y depresión.

Por todo esto, es esencial que cuidemos nuestro sueño en la medida de lo posible. En el próximo post os presentaremos algunas ideas para mejorar vuestro sueño. En vuestro caso, decidme, ¿qué es lo que os ayuda a dormir mejor?

Mirando mi YO

(Artículo de colaboración, por Elia Valls, Psicóloga)

La autoaceptación es la capacidad de vivir conscientemente, aceptándonos tal y como somos con nuestras fortalezas y debilidades. Los procesos a seguir para conseguirlo son dos: por un lado tratar de dar poca importancia a los juicios de aprobación o desaprobación de los demás, y por otro lado aprender a valorarnos a nosotros mismos positivamente.

Ahora bien, aceptarnos a nosotros mismos no significa que no queramos cambiar o evolucionar, todo lo contrario, es el paso previo al cambio.  Si aceptamos lo que sentimos y lo que somos  podremos ser conscientes de lo que elegimos y de lo que hacemos. Ante una emoción difícil de afrontar ( como la envidia, la ira o la pena), si en vez de intentar que desaparezca nos permitimos que esté allí, la estaremos reconociendo y aceptando. Luchar contra la emoción no nos ayuda, cuando la reconocemos y aceptamos, es más fácil que se atenúe.

Otro aspecto fundamental es el hecho de reconocer y aceptar las propias fortalezas y debilidades. Las fortalezas son las habilidades o talentos que uno tiene y de las que se siente orgulloso. En el caso de las debilidades, son las carencias que  uno considera tenAutoaceptacióner. Si en una entrevista de trabajo os preguntaran cuáles son vuestros puntos fuertes y débiles, ¿Qué responderíais? Esta respuesta representa  un ejemplo de cómo identificar nuestras fortalezas y debilidades.

Finalmente, también es muy importante aprender a utilizar el humor para reírse de uno mismo. A veces nos tomamos la vida y a nosotros mismos demasiado en serio. Por ejemplo, un caso ilustrativo del neurólogo y psiquiatra Viktor Frankl, que aconseja a un joven que sufre porque suda mucho ante ciertas situaciones, que se diga para sí mismo “Antes sólo sudaba un litro, pero ahora voy a sudar por lo menos diez: ¡se van a enterar todos de lo que es sudar!”. De ese modo se busca el sentido cómico de la situación. También nos podemos reír en situaciones más banales quitándoles importancia, por ejemplo cuando uno tropieza y cae al suelo. En vez de enfadarnos con nosotros mismos por lo torpes que somos podemos decir “qué torpe soy” con una sonrisa en los labios. ¿Cuáles podrían ser otras de estas situaciones de las que uno podría reírse de sí mismo?

¡Tómatelo con humor!

La alegría es una emoción que va estrechamente ligada a la risa. Un estímulo (objeto, situación, conversación…) divertido provoca nuestra risa o sonrisa (forma suave y silenciosa de la risa). Cuando reímos se liberan en nuestro cerebro unas sustancias químicas llamadas endorfinas que nos hacen estar más alegres y de mejor humor ante lo que nos pase. Risa y alegría, entonces, se retroalimentan. Cuando reímos estamos más alegres y cuando estamos alegres reímos más. Además, la risa y la sonrisa son muy contagiosas, así que el hecho de estar rodeado de personas que sonríen es muy beneficioso para nuestro estado de ánimo. Anatómicamente la risa se localiza en una zona del cerebro llamada área motora suplementaria, muy cercana al área del lenguaje. Si se estimula provoca la risa y las carcajadas.

La risa se inicia hacia los 4 meses de vida y es de origen evolutivo y genético. La aparición de la risa es un tema sobre el cual existe cierta controversia. Hay autores que sostienen que la risa es una forma de comunicación innata heredada de los primates y muy relacionada con el lenguaje. Otras teorías dicen que la risa es aquello que queda de lo que primitivamente fue el grito de triunfo tras ganar a un adversario. Así mismo se dice también que se trata de la expresión de alivio tras un peligro. De hecho, la risa aparece muchas veces tras situaciones de estrés.

Los efectos positivos de la risa sobre el cuerpo humano son muchos. Se habla de que mejora el sistema inmunológico, ayuda a disminuir el estrés, regula la presión sanguínea, reduce los niveles de colesterol e incluso aumenta el apetito. Además, contribuye a un cambio de actitud mental que favorece la disminución de enfermedades. De hecho, la risa tiene un carácter tan terapéutico, que se ha planteado utilizarla como complemento en los planes de recuperación de diversas enfermedades. Son lo que llamamos sesiones de risoterapia, donde se utilizan una serie de técnicas que facilitan la aparición de la risa grupal y ayudan a combatir enfermedades gracias a los efectos beneficiosos que la risa causa en el cuerpo y a la actitud positiva que produce en la mente. Una de las enfermedades sobre las que la risoterapia tiene más éxito es la fibromialgia. La risa ayuda a estos pacientes a atenuar el dolor generalizado en el cuerpo.

 ¿Alguna vez la risa os ha ayudado a sentiros mejor? ¿Habéis notado los efectos positivos de una buena carcajada?