Creo que para nadie es desconocido que la soledad es una realidad que viven muchas personas de nuestro país, de nuestra comunidad e, incluso, de nuestro vecindario. El sentimiento de soledad convive con el ser humano desde tiempos inmemoriales, pero es ahora en la actualidad, en el siglo XXI, cuando está empezando a preocuparnos. Posiblemente se deba a que somos conscientes de que nuestro estilo de vida actual promueve que cada año crezca considerablemente el número de personas que viven solas, a la vez que crece el número de evidencias de las graves consecuencias que puede tener la soledad en la salud mental y física. No podemos obviar que el ser humano es un ser social por naturaleza, que se enriquece de las relaciones con los otros, por eso sentirse solo/a es una sensación desagradable que si perdura en el tiempo afecta al bienestar emocional.
Barcelona puede ser un buen ejemplo de como la soledad es una realidad cada vez más imperante. Según datos públicos, el 31% de la población que vive en Barcelona vive sola y la cifra parece tener una tendencia al alza, en los últimos años el número de hogares unipersonales ha pasado de ser de 181.546 en el 2004 a 205.539 en el 2019. Casi la mitad de estos hogares, el 43,8% concretamente, son hogares de personas mayores de 65 años que viven solas. Esto no quiere decir que todas las personas que viven solas se sientan solas ni que sólo exista soledad en las personas mayores, pero sí que son factores que evidencian esta tendencia social. Por otro lado, las encuestas que han preguntado a la población por la sensación de soledad no deseada también apuntan en esa dirección, el 22% de las personas encuestadas afirma no estar segura de si su familia le ayudaría en caso de tener un problema y el 26,5% admite no tener suficientes amigos. Esta percepción de falta de red social o de apoyo familiar finalmente se traduce en la sensación de estar aislado y/o desconectado del resto del mundo o de que a nadie parece importarle lo que te pueda pasar.
A este panorama, nada alentador, se le ha sumado recientemente el efecto del confinamiento y de la distancia social a causa del COVID-19. En un estudio publicado recientemente en el Reino Unido, el 35,86% de las personas admitieron haberse sentido solas a menudo durante la pandemia del COVID-19. Es decir, la situación actual ha acentuado la soledad ya existente en nuestra sociedad y ha remarcado que la soledad va camino de convertirse en una pandemia de la que nadie habla. ¿Hasta qué punto nos preocupa saber que hay mucha gente que se siente sola en la vida? ¿Será la soledad uno de los retos a los que tendrá que enfrentarse nuestra sociedad en los próximos años?