Retazos del blog: EMO-CURIOSIDADES: EL ATLAS DE LAS EMOCIONES DE PAUL EKMAN

Paul Ekman junto con el Dalai Lama han creado un atlas virtual sobre las emociones. En él podemos ver las emociones agrupadas en 5 continentes de la emoción: miedo, asco, ira, tristeza y placer. Al pinchar en cada uno de ellos podemos ver diferentes estados posibles según la intensidad de la emoción (por ejemplo en el asco encontraríamos el desagrado, la aversión, la repugnancia…), las acciones a las que nos impulsa la emoción (en este caso podría ser la evitación, la retirada, el vómito), los estímulos que pueden provocar esta emoción (en el caso del asco, por ejemplo, algo podrido, comer algo desagradable, o incluso ver a los fans del equipo deportivo rival).

Si queréis echarle una ojeada podéis visitar este link: http://www.paulekman.com/atlas-of-emotions/

 

 

Atlas de las emociones según Paul Ekman, extraído de http://www.paulekman.com/atlas-of-emotions/

 

 

¿Y si no sintiéramos asco?

El asco es una de las seis emociones básicas según la teoría de Ekman, y como tal, se trata de una emoción universal, presente en todas las culturas. Su función es clara, sirve para librarnos o alejarnos de aquello que consideramos «asqueroso». Y en realidad es algo muy importante, ¿os habéis imaginado alguna vez qué sucedería si no sintiéramos asco?

Si no sintiéramos asco seguramente nos sería mucho más fácil enfermar. Seríamos capaces de comer comida en mal estado (ya que no detectaríamos las señales visuales o el olor asociado) y no nos alejaríamos de zonas u objetos que podrían ser fuente de enfermedades. En realidad, si nos paramos a pensar no se trata de algo tan extraño, ya que se trata de actitudes que se pueden observar a veces en la infancia. De hecho, los niños pequeños tardan unos años en desarrollar el asco, y por eso es frecuente ver cómo ignoran las señales de elementos que deberían provocar asco, que son tan claras para los adultos.

Pero también pueden existir casos de adultos en los que haya problemas para percibir el asco. Un estudio publicado en la revista Nature explicaba el caso de un paciente con una lesión en la ínsula y el putamen que tenía unos niveles de percepción del asco muy bajos (aunque percibía otras emociones como la rabia y el miedo a niveles parecidos a los de personas sanas). De hecho, este paciente también tenía dificultades para percibir la emoción facial de asco en otras personas. Esto último parece ser algo habitual en pacientes que sufren la enfermedad de Huntington (una grave enfermedad neurodegenerativa), aunque son capaces de percibir correctamente las expresiones faciales de otras emociones básicas.

Si bien sería un problema no sentir asco, también lo sería sentir demasiado asco. Como todo en la vida, lo ideal es estar en el punto medio. ¿Se os ocurre lo que podría pasar si nuestros niveles de asco fueran constantemente elevados?

La importancia del asco

Cuando hablamos del asco como emoción básica solemos asociarla a la emoción que nos produce la comida en mal estado o podrida, ciertos seres vivos (como las arañas, las ratas o los gusanos) y las secreciones del cuerpo (como las heces o los vómitos). Es decir, el asco aparece como una señal que nos advierte de que existe un peligro de enfermedad o de intoxicación. Sin embargo, el asco tiene muchas otras implicaciones y tiene una importancia en la sociedad mayor de la que normalmente se le otorga.

Dentro del campo de la psiquiatría, el asco ha sido una de las emociones olvidadas. Es ahora, cuando se está observando que el asco puede estar implicado en el desarrollo de ciertas psicopatologías, como algunos tipos de fobias (la fobia a las arañas o la fobia a la sangre), los trastornos de la alimentación (anorexia o bulimia) y en los trastornos obsesivos-compulsivos. En estos casos extremos, el asco puede ser la causa o puede contribuir a que se desarrollen ataques de ansiedad al ver una araña, a que se sientan nauseas al llevarse comida a la boca o a que una persona tenga que lavarse las manos con lejía cada vez que toca o saluda a un desconocido.

Más sorprendente resulta el papel que tiene el asco dentro de la cultura y en la moral. A todos nos suenan las expresiones “Me das asco”, “No lo/la trago”, “Es un/a asqueroso/a”, etc. Todas ellas hacen referencia al asco. Hay veces que usamos estas expresiones para personas extrañas, desconocidas o indigentes, es decir, cualquiera que pueda tener unas costumbres higiénicas o dietéticas distintas a las nuestras. Aunque, en otras ocasiones utilizamos estas expresiones para calificar a alguien que ha hecho o está haciendo algo que consideramos “moralmente condenable”. Por ejemplo, a día de hoy podemos llegar a oír estas expresiones cuando vemos a dos personas del mismo sexo darse un beso en público o cuando vemos a una mujer que no se depila las piernas o las axilas.  ¿Se os ocurren otros ejemplos de este tipo en los que usemos el asco para deplorar una conducta moral?

En este sentido, el asco podría ser usado en algunas ocasiones (quizá sin ser conscientes de ello) para fomentar ciertas actitudes discriminatorias. Alguna vez os habéis planteado si el asco es lo que nos lleva a rechazar a ciertas personas sin tener ninguna razón lógica para hacerlo. ¿Estáis de acuerdo con esta reflexión?

Experiencias compartidas en el blog…

Aquí os dejamos un comentario que nos dejó una de nuestras lectoras y la respuesta que le dimos.

Hola, la verdad no sé como empezar xD. Yo cuando era ñiña empecé a tener problemas. Contaba 1, 2, 3 cuando tenía que verificar que la puerta estaba cerrada, que el foco estaba apagado, si la estufa estaba apagada ect. Después con el paso del tempo fui empeorando. Con la limpieza no me gusta que nadie toque mi ropa que acabo de tender… Cuando lavo ropa y la tengo que meter, me baño para estar limpia, porque si no hago eso siento que se ensucia mi ropa. No me gusta sentarme en una silla donde la gente se sienta, me da asco, siento que me ensucio. No me gusta que nadie entre a mi cuarto ni que nadie se acueste en mi cama porque me da asco, siento que si eso hacen, ya mi cama está sucia…
Tengo 20 años viviendo de esa manera… No me gustan las cosas que hago y óomo me comporto, pero si no lo hago mi mente no me deja…
Estoy haciendo todo lo posible para ya no pensar y lo estaba logrando pero ahorita mi mente me traiciona y volví a caer.

Me da asco mi hermana…
No me gusta pasar a lado de ella porque me da cosa.

La quiero pero mi mente me traiciona.
No sé … Ni yo misma sé lo que me pasa.

Me enojo rápido con gente que quiero…
Pero no me puedo controlar…
Como mis padres ya saben que tengo esto pues dicen que estoy loca y me habían mandado al psicólogo pero lo dejé…
En finnnnnnnnn

Hola,

Muchas gracias por escribirnos y explicarnos tu historia. Por lo que parece, lo que nos cuentas es algo que lleva mucho tiempo ocurriendo en tu vida y que te causa un importante malestar. Aunque haría falta una entrevista en profundidad para confirmarlo, por lo que nos has dicho es probable que tengas un trastorno obsesivo compulsivo, aunque por supuesto deberías corroborarlo con un profesional de tu zona. En estos casos suele ser bastante complicado que remitan estos comportamientos y obsesiones (estas “traiciones de la mente” que comentas) sin ayuda profesional. Ya nos has dicho que fuiste a un psicólogo aunque no continuaste. Ante todo, aclarar que ir al psicólogo no significa estar loco o loca. Hoy en día mucha gente va al psicólogo por muchos motivos (duelo, estrés…), o incluso por puro crecimiento personal. En tu caso te aconsejaríamos que lo intentaras una vez más, tal vez buscando a un profesional nuevo con el que te sientas cómoda y que te pueda ayudar a mejorar el problema. Ten en cuenta que con trabajo y tiempo es posible mejorar. Ahora está en tus manos dar el primer paso.

Esperamos haberte sido de ayuda, si tienes alguna otra pregunta no dudes en contactar con nosotras.

Un abrazo,

ParaEmocionarse

Retazos del blog: Una historia llena de emociones

Sexto capítulo: ASCO

Esta es la última entrega del cuento, por fin llega el desenlace. Para los que no hayáis leído las partes anteriores os dejamos los enlaces:

Primera parte               Segunda parte               Tercera parte

        Cuarta parte            Quinta parte

Recordad pinchar sobre el botón para escuchar la música ambiental:

(Música cedida por Rafa Sánchez Camacho)

Gabriel, mi pequeño… Me dolía tanto verle así, inerte… Era un dolor profundo e insoportable… Levanté la cabeza y miré al monstruo. En ese momento no pude sentir más que desprecio por él. Lo aborrecía; por su culpa Gabriel estaba muerto.

Debía acabar con aquello de una vez por todas. Recogí la espada de madera una vez más y cuando iba a dirigirme al monstruo me di cuenta de que ya no estaba allí. Fui hacia el pasillo y me dirigí a la única habitación abierta. Al entrar un olor nauseabundo me echó para atrás, como una bofetada. ¿De dónde venía esa peste horrible? No podía permitir que aquello me detuviera, así que entre arcadas me adentré en la desagradable estancia.

Claramente se trataba de la guarida del monstruo. Las ventanas estaban medio tapiadas, por lo que entraba muy poca luz. Estaba todo realmente muy sucio. Una capa viscosa recubría el suelo y el polvo se acumulaba sobre el mobiliario. Algo parecido a las telarañas recubría las paredes. Pero lo peor era aquél olor, como a podrido, que impregnaba toda la sala.

Entre el desorden hallé una barra de hierro puntiaguda, definitivamente una opción mucho mejor que la ridícula espadita. Así que, correctamente armado, me dirigí hacia el fondo de la estancia, donde entre las sombras se adivinaba la forma del monstruo. El olor putrefacto se acrecentaba, tanto que cada vez era más difícil controlar las contracciones de mi estómago. A pesar de todo, intenté ignorar cualquier estímulo olfativo y enfrentarme de nuevo al ser.

Le ataqué con todas mis fuerzas, lanzando una brutal estocada. Para mi sorpresa él no se movió, la recibió dejando que la barra le atravesara el pecho. Profirió un grito horripilante, y de la herida empezó a caer un fluido verde y viscoso. Además, justo en la zona donde había recibido el golpe pude apreciar horrorizado que algo se movía. Cientos de gusanos empezaron a manar de la herida. El monstruo iba perdiendo su forma y deshaciéndose entre gusanos y aquél líquido verde. Se oía chapotear a aquellos bichos cuando caían al suelo mojado. Si el olor era desagradable antes, ahora era insoportable.

Al llegar a ese punto ya no pude evitar vomitar. Fue como automático, sentí tanta repugnancia ante aquella visión… Cuando me recuperé vi que lo que quedaba del monstruo eran únicamente los gusanos bañados en la mucosa verde. Hice una mueca de asco y salí de la habitación, intentando evitar pisar a aquellos seres reptantes. Finalmente parecía que todo había acabado, pero yo… No sabía muy bien cómo me sentía… Era una mezcla de agotamiento, malestar, pena, culpa, vergüenza por lo que había hecho… Demasiadas emociones juntas… En esos momentos solo quería echarme a dormir y poder sentirme tranquilo. Salí de la habitación intentando contener el nudo de mi estómago y dejando atrás aquella pesadilla. Volví a la sala en la que había dejado a Gabriel pero… Por alguna razón no había rastro de él.

Hemos llegado al final de la historia ¿Qué os ha parecido? Estos meses han sido un largo recorrido por las emociones básicas. Pero aquí no termina el mundo de las emociones; seguro que leyendo esta historia habéis sentido muchas otras emociones. De eso justamente hablaremos durante la próxima semana: llegan las emociones secundarias.

Encuesta sobre las emociones básicas

Cada día podemos sentir múltiples emociones, aunque a veces no seamos conscientes de ello. Habrá épocas donde algunas emociones sean más predominantes que otras. Por ejemplo, en una época llena de nuevos proyectos que nos gustan puede predominar la alegría, en una época de cambio puede predominar el miedo, tras una pérdida puede predominar la tristeza… En estos momentos, ¿cuál es la emoción predominante en tu vida?

Encuesta

Experiencias compartidas en el blog…

Hace unas semanas, una de nuestras lectoras compartía con nosotras su experiencia con el trastorno obsesivo compulsivo o TOC. Aquí os dejamos su comentario y la contestación que le dimos.

Hola, soy mary, pensé que yo era la única pero eso no importa. Lo que quiero es cambiar, ya estoy perdiendo a mi familia, mis hijas me confrontan y hay peleas. Trato de ceder en cosas pero ellas me exigen cada vez más y pareciera que lo que yo hago para ellas no es normal, me molesta que no entiendan lo difícil que es para mí. He asistido a psicólogos y a psiquiatras. Hay una terapia de bioenergética, la he hecho y nada me funciona. Mis hijas no pueden llevar gente a la casa, ni mi familia va a mi casa. Esto es muy difícil de explicar a personas que no son psicólogos ni psiquiatras.

Hola, Mary
Muchas gracias por escribirnos y compartir con nosotros tu vivencia. Por lo que nos comentas, entendemos que lo que más te afecta en este momento es la falta de comprensión que muestra tu entorno hacia lo que te ocurre. Desde fuera puede resultar difícil entender este problema. En este sentido, nosotras te acosejamos que intentes hablar con tus hijas de lo que sientes (si no lo has hecho ya…) y les expliques que para cambiar tienes que ir poco a poco y que con su apoyo sería más fácil conseguir una mejoría. Si esto no funciona, y ellas están de acuerdo, quizás os podría ayudar hablar del tema con un psicoterapeuta especializado en terapia familiar.
Por otro lado, te queremos felicitar por esforzarte cada día en hacer pequeños cambios y por haber tenido el valor para buscar ayuda, te animamos a seguir en esa línea. Quizá aún no has encontrado una terapia que se ajuste a lo que necesitas, no a todo el mundo le funcionan las mismas cosas. Por si te sirve de ayuda, la terapia cognitivo-conductual y la terapia breve estratégica suelen dar buenos resultados.
Esperamos haberte ayudado, si tienes alguna otra duda puedes volver a escribirnos.
Un abrazo,
ParaEmocionarse

Experiencias compartidas en el blog…

Hace unos meses un lector del blog compartía con nosotros su experiencia. Aquí os dejamos su historia y nuestra respuesta.

Hola! Necesito ayuda urgente.
Mi problema no sé si es enfermedad o locura, de lo único que estoy consiente es que me estoy alejando de la gente que me quiere y estoy viviendo un infierno.
Mi situación es que le tengo asco a las personas que según mi parecer son feas o tienen algún defecto. Le tengo asco a las cosas que estas personas tocan y en los lugares que han estado o que hayan ocupado y luego yo ocuparlos, me da asco que me toquen y que toquen mis cosas también. Y si eso pasa, me baño pero tengo que hervir el agua para poder sentirme limpio, o si tocan algunas de mis cosas como mi celular por ejemplo lo desinfecto con alcohol o con cualquier otra cosa que me haga sentir que le ha borrado sus huellas. Ya llevo más de dos años con este problema y en vez de curarme todo lo contrario, parece ser progresivo y cada día que pasa es aún peor.
A mi empleo anterior renuncié por causa de mi mismo problema, existían dos personas que hacían parecer mi vida un martirio. En mi familia ya se han dado cuenta, pero no dicen nada al respecto. Después que me vine de trabajar toda la ropa que usaba diariamente la quemé y otra parte la tiré a la basura, y todo porque sentía que me daba asco.
Si una persona de las que huyo por temor a que me pueda tocar lo hace, me dan ganas de llorar y de desaparecer en ese momento. Le tengo asco o miedo o quizá las dos cosas sobre todo a las personas que son muy pequeñas de estatura o a las personas gordas que son de piel muy blanca.
Sufro demasiado pero aún no sé de qué me dependió este problema si antes yo no era así.
Por favor ayúdeme y dígame como se llama esta terrible enfermedad y sobre todo cuál es la cura para este terrible sufrimiento.
Algunas veces siento vergüenza de mi manera de ser ya que algunas personas creo que sienten mi apatía por ellos, algunas personas me han querido hablar y yo rehuso a escucharlas y las ignoro, mejor me alejo porque me causan asco o miedo… Sinceramente no sé lo que sea pero ya no puedo ni quiero seguir sufriendo.

Quisiera que alguien me dijera qué tengo o qué me pasa?

Respuesta dada por Paraemocionarse:

Hola,
Muchas gracias por escribirnos y compartir tu historia. Por lo que comentas lo que te pasa lleva tiempo afectando bastante tu vida. Es muy posible que estos síntomas que notas sean lo que se conoce como “trastorno obsesivo-compulsivo”, también conocido como TOC, descrito en esta entrada del blog, aunque debería confirmarlo un profesional de tu zona mediante una entrevista más detallada. Dado el gran malestar que sientes te recomendaríamos que consultaras con un médico tu caso, para que estudie las posibilidades de tratamiento. Según las guías de práctica clínica de la American Psychiatry Association (APA) los tratamientos de primera línea (es decir, los que se recomiendan para ser administrados en un primer momento) para el TOC suelen ser la psicoterapia (principalmente la terapia cognitivo-conductual), los psicofármacos (principalmente los inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina, que son un tipo de antidepresivo) o el tratamiento combinado (incluyendo ambos: psicoterapia y fármacos). Pero por supuesto cada caso tiene que evaluarse individualmente.
Respecto a lo que comentabas sobre que llevas así mucho tiempo y ha ido a peor, queríamos comentarte que esto es algo habitual si no hay tratamiento. Las conductas que realizas para contrarrestar el asco que sientes aunque te pueden aliviar a corto plazo, perpetúan el problema, e incluso pueden incrementarlo. Por eso algunas líneas de psicoterapia trabajan intentando reducir estas conductas.
En tu caso, creemos que es importante que busques tratamiento pronto, por la gran interferencia en tu vida que comporta este problema. Esperamos que esta información te haya sido de ayuda, si tienes alguna otra pregunta no dudes en volver a escribirnos.
Un abrazo,
ParaEmocionarse