Mejorando nuestro vocabulario emocional: ¿qué estoy sintiendo?

En el día a día es importante tener un amplio vocabulario emocional, principalmente por dos motivos. Por un lado, si tenemos un buen vocabulario emocional tendremos más claro qué es exactamente lo que sentimos y podremos actuar en consecuencia (ya que no gestionaré mis emociones igual según lo que sienta, por ejemplo será distinto si siento tristeza o si siento rabia). Por otro lado, saber lo que siento me permitirá comunicarlo a otros de forma más eficaz.

¿Cómo podemos mejorar nuestro vocabulario emocional? Una manera sencilla es revisar habitualmente una lista de posibles emociones y tratar de identificar lo que estamos sintiendo. Muchas veces cuando definimos lo que sentimos nos centramos principalmente en las emociones básicas (alegría, tristeza, rabia, miedo, sorpresa y asco), pero muchas veces es posible que lo que sintamos sea una emoción parecida, o una mezcla de varias emociones. Por ejemplo, si en un momento me siento enfadado, puedo sentir rabia, pero también otras emociones relacionadas, como frustración o furia, si mi enfado es muy intenso.

Os dejamos una lista de posibles emociones relacionadas con algunas de las emociones básicas. Decidme, ¿qué emociones de esta lista habéis sentido durante los últimos días?

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¿Podemos usar las emociones para memorizar?

Solemos recordar mucho mejor los hechos que están relacionados con emociones (sobre todo si son intensas) que aquellos que apenas nos generan emoción. Así, es más probable que recordemos un evento agradable (por ejemplo, una reunión muy divertida con personas queridas) o un suceso triste (como podría ser una pérdida) en comparación con algo que nos haya sucedido que no nos haya generado apenas interés (por ejemplo, el recorrido al trabajo un día cualquiera).

Existen muchas formas de memorizar, pero una de las más efectivas a largo plazo puede ser utilizar la memoria emocional. Para ello, podemos utilizar nuestra imaginación para crear historias que sean más sencillas de memorizar que simples hechos. Pero será importante que las historias sean sorprendentes y quizás algo surrealistas, para que nos pueda ser más sencillo recordarlas.

Por ejemplo, imaginemos que tenemos que recordar la lista de la compra. Esta podría incluir: patatas, huevos, cebolla, lechuga, tomate, peras, manzanas, pan, arroz y atún en lata.

Una forma de memorizar podría ser simplemente repitiendo las palabras varias veces (algo útil si son pocas palabras, aunque puede ser costoso memorizar cuando se trata de una lista larga). Otra forma de memorizar podría ser clasificar las palabras por categorías, como frutas, verduras… Esta estrategia puede ser tal vez más efectiva, pero es posible que nos olvidemos alguna de las palabras de nuestra lista. También podríamos pensar en recetas, y así con menos información (quizás con dos o tres recetas) nos podemos imaginar todos los ingredientes juntos. Por ejemplo, podemos imaginarnos que vamos a preparar una tortilla de patatas con pan con tomate (patatas, huevos, cebolla, tomate, pan) y una ensalada con arroz, frutas y atún (lechuga, peras, manzanas, arroz y atún en lata).

Finalmente, si quisiéramos memorizar listas especialmente largas puede ser útil imaginar una historia sorprendente, que nos permita utilizar nuestra memoria emocional. A más sorprendente la historia mejor recordaremos, porque debido a la misma sorpresa que nos genere la historia, más fácil será que nuestra atención se incremente, entre en juego nuestra memoria emocional, y nos acordemos a más largo plazo. Podemos imaginarnos los elementos de la lista uno por uno, o de forma combinada. En este caso, por ejemplo, nos podríamos imaginar una historia en que los elementos de nuestra lista tuvieran vida y pudiéramos ver en un campo de fútbol a una tortilla de patatas y una barra de pan corriendo y jugando al fútbol contra un bol de ensalada. Nos podríamos imaginar una pelota roja que resultaría ser un tomate. Podríamos imaginarnos que el bol de ensalada tiene varios elementos que nos recuerdan los ingredientes de la propia ensalada. Por ejemplo, el bol podría ser transparente y verse la lechuga, podría colgar del bol una caña de pescar con un anzuelo (que nos recordaría al atún), y podríamos imaginarnos una pequeña pirámide de arroz encima de la lechuga sobre la que una pera y una manzana tratasen de mantenerse en equilibrio (algo un poco complicado mientras se juega al fútbol). A más detalles nos imaginemos, y más extraña la historia, más fácil será que la recordemos. Quizás para la lista de 10 palabras que hemos comentado podríamos memorizar sin problemas usando únicamente las primeras técnicas, pero cuando el número de palabras se incrementa esta última técnica puede ser especialmente útil.

Decidme, de todas estas técnicas que hemos comentado, ¿cuál os parece que os puede ser más útil para memorizar?

Retazos del blog: Pensamientos, emociones y sensaciones: Ejemplos sobre la alegría

Recientemente os preguntamos si conocíais la diferencia entre  un pensamiento, una emoción, y una sensación. Haciendo una breve síntesis los podríamos definir así:

Pensamiento: Creación de la mente, como por ejemplo frases o palabras (¡Qué buen día hace!, me iré pronto a dormir, ¡precioso!).

Emoción: Respuesta interna que se produce al detectarse un cambio significativo para nosotros, como por ejemplo sentir alegría al aprobar un examen o al encontrarnos por casualidad a una persona querida. Ejemplos de emociones pueden ser la tristeza, rabia, el amor, desconcierto…

Sensación (física): Percepción interna localizada en alguna parte de nuestro cuerpo. Algunos ejemplos serían: cosquilleo, calor, frío, dolor, presión, picor, tensión…

Para que lo veáis más claro aquí os dejamos unos ejemplos relacionados con la alegría:

Pensamientos, emociones y sensaciones - Alegría

Si os fijáis en vuestro día a día, podréis ver que estos aspectos (pensamientos, sensaciones físicas y emociones) pueden estar muy interrelacionados entre sí. ¿Se os ocurre alguna situación en la que sintierais alegría?¿Cómo completaríais este cuadro?

¿La distancia social implica una distancia emocional?

Uno de los conceptos que más se ha repetido durante esta pandemia COVID-19 ha sido la necesidad u obligación de mantener una “distancia social” para evitar la propagación de la enfermedad. Esta idea ha fomentado que todos mantengamos cierta distancia física con los otros para protegernos a nosotros mismos y a los demás del contagio. Sin embargo, esta distancia nos puede resultar incómoda o poco natural sobre todo cuando interactuamos con personas a las que conocemos bien o con nuestros seres queridos. Esto se debe principalmente a que la distancia física juega un papel importante en la comunicación y en la interacción interpersonal, por ejemplo para saludarnos, para expresar humor o broma, y para transmitir apoyo emocional. La función que cumple el contacto físico es aún más acuciada en culturas como la mediterránea en las que existe un alto contacto físico en la interacción social habitual. De este modo, es posible que esa distancia social o esa falta de contacto físico pueda llevarnos a sentir cierto grado de distancia emocional.

La distancia emocional se puede traducir en sentimientos de soledad o de tristeza por la falta de conexión o de vínculos con otras personas. Como seres humanos necesitamos sentirnos apegados a otros, compartir experiencias y comunicarles afecto (positivo o negativo). Puede parecer que esta distancia social nos impide o dificulta esta conexión y puede que así sea. Estamos acostumbrados a interpretar la distancia física de los demás como un modo de saber el grado de intimidad y aprecio, normalmente nos acercamos a las personas que nos aprecian y a las que apreciamos y nos alejamos de aquellas a las que no. Pero esta situación excepcional que nos impone mantener una distancia social, nos fuerza a replantearnos este supuesto y nos obliga a mostrar nuestro afecto o cariño hacia las personas de otro modo. Evidentemente, siempre tenemos la posibilidad de la comunicación verbal de nuestros sentimientos. No obstante, en caso de que no sea así, el cuerpo sigue ayudándonos a transmitir información emocional y social por vía no verbal. Con esto quiero decir que, además del contacto físico, existen otras formas de favorecer o fomentar los vínculos emocionales, como pueden ser las miradas, el tono de nuestra voz,  los gestos que hacemos con las manos y con la cara, todo ello nos ayuda a transmitir nuestro estado emocional y a reforzar la cohesión y a afectividad.

Os animo a hacer la siguiente reflexión, ¿qué os hace sentir la distancia social? ¿Os resulta fácil mantener esa distancia con vuestros compañeros/as, amigos/as y con vuestros seres queridos?

El miedo en tiempos de pandemia

El miedo forma parte de las 6 emociones básicas según la teoría de Ekman. Todo el mundo ha sentido miedo alguna vez, y es posible que teniendo en cuenta la situación actual se haya vuelto una emoción más frecuente, habiendo muchas personas que hayan sentido miedo. ¿Es esto un problema?

Como todo en la vida, la respuesta depende del nivel al que nos refiramos. Los extremos no son buenos, pero sentir cierto miedo puede ser importante e incluso de gran ayuda en ciertas situaciones. Recordemos que el miedo es una emoción universal y adaptativa (como todas las emociones básicas) y por tanto tiene una función importante. Concretamente, la función del miedo es avisarnos de un posible peligro, y prepararnos para la lucha o huida. Así, en una situación de pandemia como la actual, sentir algo de miedo puede ayudarnos a tomar consciencia de que existe un peligro y tomar ciertas medidas, como por ejemplo, utilizar mascarillas al salir a la calle para protegernos del virus (a nosotros y a los demás), mantener la distancia social o mantener ciertos hábitos de limpieza e higiene personal (como el lavado de manos frecuente).

Por el contrario, si no sentimos ningún miedo por la situación, podemos tener actitudes de riesgo, no realizando ninguna medida para garantizar nuestra seguridad y la de los demás en un momento en que, aunque no sea de nuestro agrado, el virus aún circula entre nosotros. En casos extremos, se ha reportado en los medios como algunas personas de forma inconsciente han acudido a fiestas ideadas expresamente para contagiarse de coronavirus, sin darse cuenta del peligro que esto supone (para uno mismo y también para los allegados y otras personas que puedan llegar a contagiarse si nosotros nos infectamos).

En el otro extremo, estaría el hecho de sentir un miedo a muy altos niveles, que nos paralice o que nos lleve a conductas excesivas. Por ejemplo, muchas personas han incrementado sus hábitos de limpieza desde que se empezó a expandir el actual coronavirus (algo adaptativo en su justa medida), pero existen casos en los que la necesidad de limpiar llega a interferir en la vida diaria (ya sea por el tiempo invertido o por la angustia que genera). En estos casos, el miedo no sería un aliado, sino que podría acabar siendo todo lo contrario, y podría ser importante buscar estrategias (o incluso ayuda externa si es necesario) para rebajar los niveles de esta emoción.

En conclusión, hay que recordar que el miedo es una emoción adaptativa y útil, aunque siempre en su justa medida. Si escuchamos y analizamos nuestras emociones a menudo, sin luchar contra ellas, y dándoles la importancia que tienen, podemos tener una importante herramienta que nos ayude a gestionar mejor nuestro día a día. Os invito a reflexionar, decidme, ¿podéis describir tres ocasiones donde os ha sido de ayuda sentir miedo?

¿Qué emociones desencadena el hecho de estar semanas en confinamiento?

Hace ya varias semanas que el estado de alarma a causa del coronavirus paró nuestras vidas en seco. Esto nos ha obligado a tener que adaptarnos rápidamente a una situación excepcional, estar en casa las 24h del día. En cada casa se da una situación diferente; por ejemplo, hay casas en las que los padres están lidiando con niños pequeños que desean salir a la calle a jugar, y otras en las que hay niño/as o adolescentes que apenas pueden ver a sus padres porque estos se pasan días enteros en el hospital, también hay otras casas en las que vive una persona sola, sin nadie con el que hablar o compartir. Cada situación es tan particular que no puedo ni imaginarlas todas. Lo que sí que pueden compartir todas estas personas, independientemente de la situación, es la mezcla de emociones que están experimentando.

Reconocer estas emociones, es el primer paso para afrontarlas y superarlas. Estas son algunas de las emociones más comunes durante este periodo:

  • Incertidumbre y miedo: Miedo a la enfermedad y sus consecuencias, miedo a lo que puede pasar en el futuro o a los cambios que esto puede conllevar.
  • Frustración: Ante la falta de libertad y de toma de decisiones. O, también en ciertos casos, por la impotencia de no poder ayudar o hacer algo más por un familiar o amigo enfermo.
  • Rabia o enfado: Rabia por las cosas que no se han hecho bien, por las cosas que se podrían haber hecho de un modo diferente, o por la falta de recursos existentes.
  • Tristeza: Porque el confinamiento ha supuesto pérdidas, pérdidas de trabajo en algunos casos, pérdida o cancelación de planes, viajes o eventos, pérdidas del contacto personal con amigos o familiares y, en algunos casos, el fallecimiento de algún ser querido.
  • Desmotivación y aburrimiento: Después de días y semanas estando en casa, y sin ninguna seguridad de cuándo terminará, puede que la vida se vuelva monótona y desaparezca la motivación inicial para dar paso a la apatía y el aburrimiento.
  • Soledad: Especialmente en el caso de las personas que viven solas. Pues aunque todos podamos tener contacto virtual, es normal echar de menos el tener relaciones personales cercanas.
  • Angustia y ansiedad: Puede haber momentos a lo largo del confinamiento en los que nos veamos superados emocionalmente por la situación y este malestar emocional intenso desencadene crisis de ansiedad.

Todas están emociones son normales dada la situación tan inaudita que estamos viviendo, lo importante es tener estrategias que nos ayuden a hacerles frente. Algunas de las estrategias más recomendadas son hacer ejercicio físico, mantener la mente activa y ocupada, marcarse pequeñas metas u objetivos para conseguir a corto plazo, hacer ejercicios de meditación o mindfulness y fomentar la comunicación para poder compartir de manera abierta y sincera nuestras emociones. Pero estas son solo algunas de las estrategias, ¿qué estrategias tenéis vosotros para gestionar vuestras emociones durante el confinamiento? ¿Os animáis a compartirlas?

Emo-curiosidades: El paracetamol afecta a nuestras emociones

Muchísimas personas han tomado paracetamol en alguna ocasión. Es bien sabido que todos los fármacos tienen efectos secundarios, sin embargo, ¿conocéis el efecto que el paracetamol puede tener sobre nuestras emociones?

Existen distintos estudios que han investigado sobre este tema. En uno de ellos los participantes tenían que calificar su respuesta emocional tras ver una serie de imágenes, habiendo tomado antes paracetamol o placebo. Los resultados demostraron que el paracetamol atenuaba las respuestas emocionales, tanto para emociones positivas como negativas. Es decir, la reacción emocional al ver las imágenes era más leve cuando se tomaba el fármaco.

Un estudio más reciente encontró otro dato curioso sobre el paracetamol. Parece ser que tras tomarlo disminuye la empatía positiva (es decir, nos alegramos menos por las alegrías de los demás). Al comparar un grupo que había tomado el fármaco con un grupo que había tomado placebo, los que habían tomado el fármaco se alegraban menos y mostraron menos empatía cuando leyeron una serie de historias positivas sobre otras personas.

En conclusión, los estudios indican que tomar paracetamol puede influir en nuestras emociones. Tal vez el efecto sea sutil, y sea necesario estar atentos para percibirlo. Decidme, si os ponéis a pensar ¿creéis que alguna vez el tomar paracetamol os ha afectado a vosotros/as o a otras personas conocidas a nivel emocional?