Retazos del blog: Construyendo una vida juntos…

Empezar una vida con otra persona es un momento que suele vivirse con ilusión. La pareja poco a poco irá poniendo los cimientos y los primeros ladrillos de su vida en común. Pero no debemos olvidarnos de que se trata de un momento de cambio y de adaptación mutua, y por tanto no todo va a ser de color de rosa. Si tenemos unas expectativas realistas y hemos hablado en profundidad de todo lo que supone la convivencia con nuestra pareja será mucho más sencillo para ambos dar este paso.

Así, si no tenemos unas expectativas demasiado altas será menos probable que nos decepcionemos al ver que nuestra pareja no es tan perfecta como pensábamos o que puede haber más problemas al vivir juntos de lo que nos parecía. Porque está claro que al pasar más tiempo con nuestra pareja y compartir espacios la vamos a conocer mejor, pero también, al compartir el día a día pueden surgir momentos de desacuerdo. ¡Pero esto no tiene por qué ser un problema! Se trata de algo normal, y puede incluso ser beneficioso para fortalecer la relación si se hablan las cosas adecuadamente y se puede llegar a acuerdos. Lo que es muy recomendable será hablar ya antes de la convivencia de lo que supone irnos a vivir juntos, lo que nos da miedo, lo que nos imaginamos, cómo nos gustaría distribuir o decorar la casa, cuáles son nuestros hábitos, los horarios de comidas, de irse a la cama, las actividades de ocio, la distribución de tareas… Será importante negociar y llegar a acuerdos para que ambos estemos cómodos y no nos encontremos luego con pequeñas sorpresas inesperadas. Pero también será importante que hablemos de nuestros valorConvivenciaes y de cómo nos imaginamos el futuro. Muchísima gente obvia esta parte, que también es esencial para prevenir  futuros problemas . Un ejercicio curioso consiste en escribir en un papel la respuesta a varias preguntas (nosotros y nuestra pareja) y luego nos intercambiemos las respuestas. Entre otras cosas, podríamos preguntar: Si quieres tener hijos… ¿cuándo? ¿Quieres vivir toda la vida en el mismo sitio? ¿Qué es lo más importante para ti en una relación? ¿Qué esperas de tu pareja en el futuro?

Pero los cambios que genera la convivencia pueden ir más allá, afectando más ámbitos a parte de la relación de pareja. Muchas veces también tendremos que adaptarnos a todo lo que lleva nuestra pareja detrás, a su entorno. Porque en general, esta tendrá unos amigos y una familia, y posiblemente a partir de este momento tendrán más peso en nuestra vida. A veces puede ser complicado amoldarse a la familia de nuestra pareja, porque ellos están acostumbrados a actuar de una manera entre ellos y tienen unos valores y unos roles establecidos. Será importante observar al principio las dinámicas familiares (por ejemplo, ver quien suele mandar, quién ayuda a los otros cuando están mal, quién se lleva bien con quién…) e intentar adaptarse y respetar su manera de hacer. Desgraciadamente, a veces puede haber importantes momentos de choque (por ejemplo, si mi pareja viene de una familia muy religiosa y yo no soy creyente). Allí tendremos que ser asertivos, hay que adaptarse, pero hasta cierto punto, nunca tenemos que perder nuestra esencia por adaptarnos. Será importante la comunicación y el respeto, tanto con los miembros de la familia como con nuestra pareja. Y sobre todo, es importante que comuniquemos como nos sentimos y lo que pensamos. En la relación con la familia es importante que tengamos una buena base desde el principio, siendo sinceros con lo que pensamos. Un ejemplo típico sería una comida familiar en que nos ponen un plato que no nos gusta. Aunque ese día nos lo comamos por respeto será importante comentar (siempre con tacto y educación) que ese tipo de comida no es del todo de nuestro agrado. ¿Porque qué pasaría si dijéramos que está buenísimo? ¡Pues probablemente el próximo día nos volverían a poner otro plato de lo mismo!

En conclusión, antes de iniciar la convivencia puede ser muy positivo plantearse todo lo que implica (tanto para nosotros como para nuestra pareja) y hablarlo. Aunque sea un momento de cambio y de readaptación, si la pareja trabaja en equipo será mucho más sencillo llegar a construir una nueva etapa satisfactoria para ambos. En vuestro caso, si una pareja cercana empezara a convivir y os pidiera consejo… ¿Qué le recomendaríais?

Retazos del blog: Introducción a las emociones secundarias

Cuando hablamos de emociones secundarias nos estamos refiriendo a todas aquellas emociones que NO son básicas. Las seis emociones básicas definidas por Ekman (miedo, rabia, sorpresa, alegría, tristeza y asco) se consideran el núcleo a partir del cual se extiende el amplio espectro de emociones que sentimos.

Por ejemplo, dentro de las emociones secundarias procedentes de la alegría están el amor, el placer, la diversión, la euforia, el entusiasmo y la gratificación. Si hablamos de emociones secundarias que descienden del asco encontramos: la repugnancia, el rechazo, la antipatía, el disgusto y el desprecio. En el campo de la rabia se descubren emociones secundarias como la cólera, el rencor, el odio, la irritabilidad, el enfado y la impotencia. Algunas de las emociones secundarias derivadas del miedo son la angustia, el desasosiego, la incertidumbre, la preocupación, el horror y el nerviosismo. En el caso de la sorpresa podemos nombrar el desconcierto, el sobresalto, la admiración y el asombro. Y por último, la tristeza es el origen de emociones secundarias como la pena, la soledad, el pesimismo, la compasión y la decepción.REmocionesSecundarias

A pesar de que las emociones secundarias no fueron objeto de análisis dentro de la teoría de las emociones básicas de Ekman, muchos de los hallazgos al respecto siguen la perspectiva de este autor. Las emociones secundarias tienen algunas particularidades que las distinguen de las emociones básicas. La primera es que normalmente estas emociones son más susceptibles a la influencia del contexto sociocultural en el cuál se dan. Por ello, pueden variar sutilmente en las diferentes zonas geográficas y mostrar ciertas peculiaridades culturales. La otra cosa es que normalmente las emociones secundarias en su gran mayoría son fruto de las relaciones interpersonales, es decir, nacen de nuestra relación con los otros.

Los seres humanos vivimos en sociedad, por lo que estamos habituados a relacionarnos y comunicarnos con otras personas. Muchas de las emociones secundarias que hoy conocemos tienen su origen en dicha interacción personal. Es decir, estas emociones no son producto de un estímulo cualquiera, sino que nacen como reacción al comportamiento de otra persona.  Se puede tratar de un hecho intencionado o casual, puede ser algo que me afecte en primera persona o dirigido a otra persona, puede provenir de una persona conocida o desconocida,… Es indiferente, lo importante en este punto es que existe un responsable de lo que sentimos. Este dato puede marcar la diferencia entre sentir una emoción básica o una emoción secundaria. Para ahondar más en este tema os invito a seguir leyéndonos durante estos meses.

Construyendo una vida juntos…

Empezar una vida con otra persona es un momento que suele vivirse con ilusión. La pareja poco a poco irá poniendo los cimientos y los primeros ladrillos de su vida en común. Pero no debemos olvidarnos de que se trata de un momento de cambio y de adaptación mutua, y por tanto no todo va a ser de color de rosa. Si tenemos unas expectativas realistas y hemos hablado en profundidad de todo lo que supone la convivencia con nuestra pareja será mucho más sencillo para ambos dar este paso.

Así, si no tenemos unas expectativas demasiado altas será menos probable que nos decepcionemos al ver que nuestra pareja no es tan perfecta como pensábamos o que puede haber más problemas al vivir juntos de lo que nos parecía. Porque está claro que al pasar más tiempo con nuestra pareja y compartir espacios la vamos a conocer mejor, pero también, al compartir el día a día pueden surgir momentos de desacuerdo. ¡Pero esto no tiene por qué ser un problema! Se trata de algo normal, y puede incluso ser beneficioso para fortalecer la relación si se hablan las cosas adecuadamente y se puede llegar a acuerdos. Lo que es muy recomendable será hablar ya antes de la convivencia de lo que supone irnos a vivir juntos, lo que nos da miedo, lo que nos imaginamos, cómo nos gustaría distribuir o decorar la casa, cuáles son nuestros hábitos, los horarios de comidas, de irse a la cama, las actividades de ocio, la distribución de tareas… Será importante negociar y llegar a acuerdos para que ambos estemos cómodos y no nos encontremos luego con pequeñas sorpresas inesperadas. Pero también será importante que hablemos de nuestros valorConvivenciaes y de cómo nos imaginamos el futuro. Muchísima gente obvia esta parte, que también es esencial para prevenir  futuros problemas . Un ejercicio curioso consiste en escribir en un papel la respuesta a varias preguntas (nosotros y nuestra pareja) y luego nos intercambiemos las respuestas. Entre otras cosas, podríamos preguntar: Si quieres tener hijos… ¿cuándo? ¿Quieres vivir toda la vida en el mismo sitio? ¿Qué es lo más importante para ti en una relación? ¿Qué esperas de tu pareja en el futuro?

Pero los cambios que genera la convivencia pueden ir más allá, afectando más ámbitos a parte de la relación de pareja. Muchas veces también tendremos que adaptarnos a todo lo que lleva nuestra pareja detrás, a su entorno. Porque en general, esta tendrá unos amigos y una familia, y posiblemente a partir de este momento tendrán más peso en nuestra vida. A veces puede ser complicado amoldarse a la familia de nuestra pareja, porque ellos están acostumbrados a actuar de una manera entre ellos y tienen unos valores y unos roles establecidos. Será importante observar al principio las dinámicas familiares (por ejemplo, ver quien suele mandar, quién ayuda a los otros cuando están mal, quién se lleva bien con quién…) e intentar adaptarse y respetar su manera de hacer. Desgraciadamente, a veces puede haber importantes momentos de choque (por ejemplo, si mi pareja viene de una familia muy religiosa y yo no soy creyente). Allí tendremos que ser asertivos, hay que adaptarse, pero hasta cierto punto, nunca tenemos que perder nuestra esencia por adaptarnos. Será importante la comunicación y el respeto, tanto con los miembros de la familia como con nuestra pareja. Y sobre todo, es importante que comuniquemos como nos sentimos y lo que pensamos. En la relación con la familia es importante que tengamos una buena base desde el principio, siendo sinceros con lo que pensamos. Un ejemplo típico sería una comida familiar en que nos ponen un plato que no nos gusta. Aunque ese día nos lo comamos por respeto será importante comentar (siempre con tacto y educación) que ese tipo de comida no es del todo de nuestro agrado. ¿Porque qué pasaría si dijéramos que está buenísimo? ¡Pues probablemente el próximo día nos volverían a poner otro plato de lo mismo!

En conclusión, antes de iniciar la convivencia puede ser muy positivo plantearse todo lo que implica (tanto para nosotros como para nuestra pareja) y hablarlo. Aunque sea un momento de cambio y de readaptación, si la pareja trabaja en equipo será mucho más sencillo llegar a construir una nueva etapa satisfactoria para ambos. En vuestro caso, si una pareja cercana empezara a convivir y os pidiera consejo… ¿Qué le recomendaríais?

Aprendiendo a decir que no…

La asertividad es la capacidad de defender y afirmar nuestras emociones sin sentir ira o pasividad. Cuando una situación nos hace sentir incómodos, o cuando no estamos de acuerdo con una opinión o forma de actuar, podemos reaccionar de tres maneras distintas. En primer lugar con ira o rabia, haciendo prevalecer nuestra opinión a gritos por encima de las demás sin respetarlas, o exigiendo, con ansiedad, que la situación que nos molesta cambie. En segundo lugar podemos reaccionar con pasividad, es decir, sin expresar nuestra opinión, sin mostrar nuestros sentimientos ni comunicar nuestra incomodidad. Y en tercer lugar podemos reaccionar con asertividad, exponiendo nuestra opinión, defendiendo nuestros derechos, expresando nuestras emociones para que la situación cambie y poder sentirnos cómodos de nuevo.

La diferencia principal entre reaccionar con rabia o reaccionar con asertividad es que con la segunda siempre respetamos al otro. Por lo tanto, la asertividad es un estilo de comunicación maduro que sirve para poder expresar nuestros sentimientos y derechos de forma clara y directa sin agredir o herir a otros y sin someternos a su voluntad.

La asertividad es una habilidad que se aprende con la experiencia. En un primer momento se definió como un rasgo de personalidad, es decir, una persona podía nacer asertiva o no. Sin embargo, se ha descubierto que todo el mundo puede aprender o entrenarse para ser asertivo. Existen gran cantidad de libros de autoayuda que tratan este tema y exponen técnicas para que aprendamos a ser más asertivos en nuestras relaciones interpersonales. El entrenamiento en asertividad se centra sobre todo en la defensa de derechos como decir “no” sin sentir culpa, pedir lo que realmente se quiere y dar nuestra opinión verdadera.

Como ejemplo de comportamiento asertivo podríamos hablar de la siguiente situación, que seguro que habéis tenido que afrontar más de una vez. Un amigo os invita a una fiesta a la que no tenéis ganas de acudir. Ante esta situación podemos reaccionar callando y teniendo que ir a la fiesta en contra de nuestra voluntad (pasividad). Podemos, por el contrario, decir a nuestro amigo que no iremos a la fiesta bajo ningún concepto, hiriendo así sus sentimientos (ira). O podemos decirle que lo sentimos mucho, que a esta fiesta no acudiremos porque el ambiente no nos gusta, nos sentiremos incómodos o no la disfrutaremos (asertividad). Pensando en situaciones de vuestra propia vida, ¿creéis que sois asertivos? ¿En qué situaciones habéis usado la asertividad?

Uno, dos, uno, dos… probando, probando…

El lenguaje, tanto verbal como no verbal, es una herramienta de comunicación muy útil a la hora de trasmitir o interpretar las emociones. Nuestros actos son un reflejo de aquello que estamos sintiendo, por ejemplo, podemos saber que alguien está feliz si vemos que se ríe con facilidad, mueve mucho los brazos, se aproxima mucho a su interlocutor o incluso da saltos de alegría. Aunque también las palabras y su entonación nos pueden ayudar a comunicarnos, en el caso anterior servirían de ejemplo frases como “¡me siento genial!”, “¡tengo un buen día!”, “¡qué bien!” o “hoy me sale todo bien”.

En nuestro día a día, muchas veces nos olvidamos de hablar de lo que sentimos y de escuchar lo que sienten los demás. Nuestras relaciones interpersonales suelen carecer de conversaciones sobre las emociones que nos causan los vaivenes de la vida. Es habitual contar cualquier acontecimiento que nos ocurre como si se tratara de un simple boletín informativo. Suele resultarnos difícil expresar lo que sentimos, unas veces por vergüenza, otras veces porque ignoramos nosotros mismos que existe un sentimiento, y otras simplemente porque no encontramos la palabra adecuada para definirlo. La falta de costumbre a la hora de hablar de emociones promueve que también nos resulte arduo o incluso incómodo escuchar a otras personas hablar de ellas. Es necesario cambiar esta tendencia si pretendemos conseguir relaciones amistosas o amorosas sólidas, ya que al aumentar la comunicación de sentimientos y emociones mejora la complicidad, la sinceridad, el compromiso y el vínculo en sí mismo.

En algunas ocasiones podemos sentir cierto recelo cuando queremos trasmitir lo que una situación o acontecimiento nos hace sentir, ¿pero por qué sucede esto? Una posibilidad es que sintamos miedo a ser juzgados por los demás. Por ejemplo, si veo a mi pareja hablando con alguien y siento celos, posiblemente pensaré que lo mejor es no decirle que estoy celosa/o ya que él/ella podría pensar que soy obsesiva/o o paranoica/o. Para entablar una buena comunicación de las emociones, es importante tener en cuenta que el respeto, tanto de mis sentimientos como de los del otro, es esencial. La variabilidad interindividual es lo que enriquece las relaciones sociales, debemos tener presente en todo momento que como seres únicos cada cual tiene reacciones y perspectivas distintas ante un mismo hecho. Pero eso no significa que exista una opción correcta y otra incorrecta, sólo se trata de opciones diferentes.

Supongo que todos vosotros habéis experimentado las ventajas que reporta hablar con sinceridad y franqueza de lo que uno siente. Pensad por un momento en alguna de estas conversaciones ¿fue cara a cara? ¿O estabais usando el teléfono o Internet? ¿Creéis que es más fácil hablar de emociones a través de un chat que en persona?